Los nombres de Judas Iscariote y Judas Tadeo a menudo generan confusión debido a su similitud. Sin embargo, es crucial distinguir entre estas dos figuras, ya que desempeñaron roles diametralmente opuestos en la historia de Jesús y el cristianismo.
Judás: Uno es el apóstol traidor y el otro es un santo
Judas Iscariote es recordado como el apóstol traidor y Judas Tadeo es venerado como un santo y uno de los doce discípulos leales de Jesús. La diferencia fundamental radica en sus acciones y su legado.
¿Quién fue Judas Iscariote?
Judas Iscariote es infamemente conocido por su traición a Jesús. Según los evangelios, Iscariote, quien era el tesorero del grupo de los doce, entregó a Jesús a las autoridades romanas y a los líderes religiosos judíos a cambio de treinta monedas de plata.
Este acto de traición condujo directamente al arresto, juicio y crucifixión de Jesús. La motivación de Judas Iscariote sigue siendo objeto de debate entre los estudiosos bíblicos, con teorías que van desde la codicia hasta el desencanto político o incluso el cumplimiento de un plan divino. Su nombre se ha convertido en sinónimo de traición y deslealtad a lo largo de la historia.
¿Qué hizo Judas Tadeo?
Judas Tadeo (hijo de Santiago), es recordado como uno de los doce apóstoles fieles de Jesús. Los evangelios mencionan a Judas Tadeo en las listas de los doce, pero ofrecen pocos detalles específicos sobre su vida y ministerio. Un pasaje significativo en el Evangelio de Juan (14:22) presenta una pregunta de Judas (no Iscariote) a Jesús durante la Última Cena, revelando su deseo de comprender por qué Jesús se manifestaría sólo a sus discípulos y no al mundo en general.
Esta breve interacción subraya su fe y su anhelo de entender el plan divino. La tradición cristiana posterior ha asociado a Judas Tadeo con varios viajes misioneros y, según algunas leyendas, predicó el Evangelio en regiones como Mesopotamia y Persia. Se le atribuyen ciertos escritos, aunque su autoría es disputada.
A diferencia de la infamia de Iscariote, Judas Tadeo es venerado como el santo patrón de las causas perdidas y las situaciones desesperadas. Esta tradición surgió probablemente debido a la relativa oscuridad de su figura en los evangelios, lo que llevó a la gente a recurrir a él en momentos de gran necesidad, sintiendo que, al igual que sus menciones bíblicas, su ayuda podría ser inesperada pero bienvenida.
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