La popular festividad de culto a la muerte, que honra la memoria de los difuntos y recuerda a todos los seres queridos que ya no están en este mundo pareciera ser de raíces muy mexicanas que datan de la época prehispánica.
Pero la historia es otra, y tampoco es de origen español. Más bien es de Europa Medieval. De acuerdo a los acervos históricos, el Día de todos Los Santos fue proclamado por el Papa Bonifacio IV en el año 609 en Roma. En ese entonces se celebraba el 13 de mayo.
Esta información, publicada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) recalca que el festejo del Día de Todos los Santos del 13 de mayo se tuvo que mover al 1 de noviembre, debido a que Roma tuvo dificultades para recibir a los turistas y abastecerse de gran cantidad de víveres ante la alta demanda.
Con el pasar del tiempo la Iglesia Católica impuso celebrar el 1 de noviembre el “Día de Todos los Santos” y el 2 de noviembre para el “Día de los Fieles Difuntos” por los siguientes motivos:
Día de Todos los Santos: dedicada a los beatos y canonizados, así como a los mártires cristianos o santos desconocidos con el objetivo de brindarles un homenaje y oraciones para evitar que sean olvidados.
Día de los Fieles Difuntos: dedicada a las almas que se encuentran en el purgatorio, por eso se les honra y reza por su salvación.
¿Cómo llegaron estas celebraciones del Día de Muertos a México?
Hacia el año 988, el abad Odilón de Cluny a través de una “revelación” instauró el 2 de noviembre como Día de los Fieles Difuntos.
La revelación divina fue ver un ángel que le mostraba el purgatorio y le solicitaba la importancia de celebrar y dedicar una fecha a los muertos, por ello se dispuso a celebrar a los muertos en los monasterios.
Fue hasta el siglo XV, cuando sacerdotes dominicos españoles establecieron celebrar el 2 de noviembre tres misas dedicada a los difuntos.
Entre los años 1740 y 1754 el Benedicto XIV dio la orden a los sacerdotes de España, Portugal y América Latina seguir con lo que hasta este 2024, se convertiría en una tradición que cada país adaptó a su historia, cultura y razón.
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