En la columna de hoy:
“Cuando un amigo se va,
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo”.
- A.Cortez -
En honor a mi querido hermano Adrián Valdivia.
No he podido escribir desde marzo. Pasó la primavera y a mí se me se deshojaron las palabras. Se me secaron las ideas y las lágrimas. Llegó la tristeza y se instaló, así sin avisar. Sin invitación. Y ha estado ahí cómodamente sentada, incomodándome. Esperando a que decida hablar con ella frente a frente para descargar mi enojo y desahogar mi pena. Se abrió un gran agujero negro que chupa mi energía, que parece detener el tiempo y me hace viajar al pasado mientras escucho su risa y su voz. Por días ese agujero ha estado ahí sin explorar, intimidante. Creciendo. Será que se va alimentando de mis pensamientos, de la nostalgia y cargándose de esa energía que él irradiaba, de ese amor que ahora hace que vea ese hoyo como un vacío tan grande como doloroso y en verdad tal vez es un espacio lleno de todos los momentos que compartimos por casi 58 años. Después de casi un mes, aprecio a la tristeza que por ahora me ayuda a entender mi mal humor y a desempolvar recuerdos de mi amigo, mi guía, mi hermano mayor.
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